SERMÓN DE LAS SIETE PALABRAS

 Texto íntegro del Sermón de las Siete Palabras que niuestro capellán Don Alfredo Urzainqui nos ofrecío el pasado día de Viernes Santo en la SI Catedral.

INTRODUCCIÓN:  

Queridos hermanos:  No es fácil poner palabras a las palabras de jesús en la cruz. En sentido amplio vamos a contemplar la Pasión, a través de aquellas misteriosas palabras que el señor pronunció en la cruz, al borde de la agonía. Y no es fácil porque tocammos el misterio.  El misterio de Dios.  ¿Por qué murió Jesús?   Esta es la gran pregunta.  Sólo si  empezamos a atisbar algo de este misterio empezaremos a vivir el gran misterio de la fe cristiana.

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No es fácil responder a esta pregunta porque la muerte del hombre es un misterio. Un enigma que forma parte de su misma vida. Tanto más el misterio de la muerte del Hijo de Dios.  No olvidemos que muere en la cruz el mismo hijo de Dios.  Para empezar a responder algo hay que recurrir a las palabras de Jesús en la noche del Jueves santo: Esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros.  Esta es mi sangre que será derramada por vosotros, para el perdón de los pecados.  Esta es la clave.  En el misterio de la vida de Dios y del hombre está el misterio del mal, del absurdo, de la muerte, del alejamiento rebelde de Dios que destruye al hombre.  El hombre libremente se puede colocar en este bando del mal, seducido por sus mentiras y placeres falsos que engañan.  Jesús redime al hombre con su muerte.  De alguna manera Jesús entra en el mal, “se hizo pecado” dice Pablo, para rescatarnos.  

 En el primer ángelus de su pontificado el papa Francisco contó que una anciana al punto de confesarse le dijo: Sin misericordia no existiría el mundo. Y el Papa confesó que esa afirmación es propia de un Teólogo. Efectivamente sin la misericordia de Dios el mundo desaparece. Lo que sostiene nuestra existencia es el amor seguro de Cristo.  Ël se hizo pecado, tragó en ese cáliz amargo de la cruz, todo el mal, todas las abominaciones contra él y contra la vida del hombre, todo el absurdo, toda la mentira y todo el odio existente. Lo bebió. Y lo bebió para descargar  así la potencia infinita de su amor y de su misericordia, que es el amor y la misericordia divinas que nos han salvado.

 Desde aquella hora del primer Viernes Santo  único en la historia, muchos hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares, de todas las épocas y culturas, han quedado tocados por esta hora de Jesús.  Millones y millones de hombres y mujeres han descubierto el fondo de aquella hora  del calvario.  Han descubierto un amor nuevo, distinto, infinito e insospechado que ha logrado transformar vidas,  llenar de amor muchos corazones, curar tantas heridas, salvar tantas almas.  Son los santos, los mártires, los buenos y santos cristianos de todos los tiempos que han quedado seducidos y marcados por el amor del crucificado. Es el amor de Dios. El gran mensaje que porta la Iglesia en el suceder de todos los tiempos.

 La Pasión de Jesucristo, sus últimas horas agónicas y su muerte ha suscitado y suscita, necesariamente, piedad hasta en los corazones más duros.  “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único” dirá Juan.  Cristo murió por amor al hombre. Esta es la verdad. Aún cuando el hombre no quiere recibir el amor, aún cuando el hombre cierra las puertas de su corazón, Dios sigue llamando a las puertas de sus corazones y con la cruz en las manos les dice: Si no crees en nada, ni entiendes nada por lo menos mírame que estoy  sufriendo y muriendo por ti.  ¿Por qué  Jesús  quiere demostrarnos tanto este amor? porque el amor es invenciblemente fuerte contra el pecado, contra el odio, contra el dolor y el sufrimiento. Sólo salva el amor, sólo nos curará su amor.

 Señor entramos en tu hora amarga.  Te ofrecemos nuestros sufrimientos para que también nosotros bebamos algo de ese cáliz amargo de odio y de mal que tú bebes.  Te pedimos perdón por haberte dejado sólo, por haberte negado, por habernos avergonzado de ti, ten piedad de este pueblo y transfórmalo con la dulzura de tu amor. Amén.

 

 PRIMERA PALABRA:

PADRE PERDONALES PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN

Tres palabras o expresiones sintetizan esta primera palabra de Jesús en la cruz, que cada año meditamos en la mañana del Viernes Santo.

La primera es la palabra Padre. Jesús desgarrado en el madero, colgado como un maldito hace su oración en la cruz. Él que tantas veces había ido al monte a orar, ahora es elevado en la cruz.  Aparentemente lejos del Padre, pero nunca tan cerca.  Comienza por llamarlo: Padre.  El Abba.  ¿Qué está diciendo Jesús? Llamando a Dios Padre está haciendo mucho más que llamarle.  Está haciendo memoria del Padre. En el monte calvario Jesús hace memoria del Tabor. Allí, como en el Jordán, Dios le había llamado “Hijo amado” “predilecto” querido desde antes de la existencia del mundo. Jesús conserva la memoria del Padre en el momento crítico de su vida terrena.  ¡Qué gran lección! En la cruz de la vida, en el momento del dolor recuerda: Tú eres el Hijo amado. ¡Eso te salvará!

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La segunda palabra: Perdónales. La gran oración intercesora del Señor. Queremos un mundo justo, sin violencia de ninguna clase, en el que el amor y la paz reinen en los corazones. No podemos llegar hasta ahí si no aceptamos humildemente el perdón de Dios como cauce de nuestra vida y de la superación del mal. Los textos mesiánicos de Isaías apuntan a ello.  Jesús será el signo del perdón y de la nueva alianza, solo aceptándole a él llegarán los tiempos en los que el lobo y el cordero habitarán juntos. El niño meterá la mano en agujero de la serpiente y esta no le hará nada. Sólo aceptando el perdón y el amor de Dios reconociendo nuestros pecados y perdonándonos unos a otros como continuadores de este perdón el mundo tendrá Paz.

La Iglesia entera se una a la oración de Jesús en la cruz. Perdona Padre las ofensas que hacemos a tu nombre.  Perdona especialmente los pecados de tu Iglesia, la suciedad de muchos ministros sagrados, el desprecio al sacramento del perdón, la celebración de la Eucaristía sin amor, sin piedad sin ganas, sin darnos cuenta de que tú estás presente para levantarnos.  Perdona a esta humanidad herida, perdona al fermento de la nueva humanidad que es la Iglesia, por no serlo. Por andar divididos y enfrentados, sin reconocer al otro como hermano.  ¡Perdónales Padre! ¡Perdónanos!

Y la tercera palabra, o mejor, expresión, No saben lo que hacen. Aquí tocamos el misterio de la ignorancia del pecado.  El pecado ofusca la mente, nos hace ignorantes ante la gran bondad y sabiduría de Dios que es luz que nos ayuda a caminar.  No saben lo que hacen esos sabios pretenciosos, que desprecian la fe en Dios y ensalzan el agnosticismo como condición para la verdadera modernidad.  No saben lo que hacen los asesinos que desprecian la vida de sus hermanos y matan para imponer su voluntad por medio del terror.  No saben lo que hacen los hombres frívolos que pretenden disfrutar de la vida y se ríen de la Iglesia, de los mandamientos de la santa ley de Dios, de las tradiciones religiosas de sus padres.  No saben lo que hacen los hombres ambiciosos y crueles que utilizan su poder político o económico para matar, para explotar, injuriar y despreciar a sus hermanos.

Perdónales Padre porque no saben lo que hacen. Su ignorancia y la fuerza del amor redentor han llevado a Jesús a la cruz.  Nosotros confiamos en el amor humilde del hijo amado, debemos transformarnos poco a poco a ese amor que como el grano de trigo cae en tierra y muere para dar fruto. La humildad del amor fiel a Dios salvará este mundo. La fuerza del perdón le traerá la paz y la salvación. Jesús en la cruz ha iniciado esta cadena de amor y perdón que debe alcanzar todos los corazones para redimir esta humanidad. Unidos a él vencemos al maligno. Configurados con su corazón manso y humilde alcanzamos nuestra propia plenitud. Unámonos a la gran oración de Jesús en la cruz pidiendo el perdón sobre los pecados del mundo para alcanzar con esta misericordia el perdón y la paz.

 

SEGUNDA PALABRA:

HOY ESTARAS CONMIGO EN EL PARAISO

Preciosas las palabras de Jesús al buen ladrón. Pero no solamente son preciosas ¡son verdaderas! Jesús no había pronunciado nunca la palabra “Paraiso”  había hablado de Reino pero no de paraíso. Es una clara referencia al paraíso del génesis. Vayamos un momento a  aquella escena de la caída y del pecado original.  Dios, como castigo, expulsó del paraíso a  Eva y Adán. Pero no fue expulsada la serpiente. Parecía que el reptil había  vencido. Su tentación había salido victoriosa, pero no era esta la última palabra. Es solamente una palabra aparente. El triunfo de la serpiente en el paraíso no ha tenido carácter definitivo, sólo momentáneo. Hoy, en este viernes santo se está dando esa lucha con la serpiente. Hoy se vuelve a pronunciar la palabra Paraíso. Viendo la escena del calvario cabe preguntarnos:  ¿Estamos en el Paraíso? ¡Si! La serpiente ya ha sido expulsada, ahora el árbol del edén es el árbol de la cruz.  Cristo el nuevo Adán y María la nueva Eva. El Paraíso se ha abierto. Hay esperanza para aquel que acepta el amor del Señor derramado en la cruz.  Ahora la vida y la belleza del jardín está apunto de estallar en la victoria del Señor resucitado.

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Hermanos el Paraíso se ha abierto para la humanidad, para todos.  Sólo hay una condición necesaria: el dejarse querer, el dejarse salvar, el dejarse redimir por el Señor.

Creo sinceramente que no hemos solucionado todavía en muchos ambientes de nuestra Iglesia la articulación de la libertad y de la gracia. Y por eso caemos en preguntar y en juzgar quien se salva y quien se condena. La escena de  esta palabra en la cruz nos da la clave.  Quien arrepentido de sus pecados se deja amar por el Señor es salvado.  Dios ama a todos y quiere la salvación de todos pero no todos aceptan la salvación. Dios, no fuerza, Dios no violenta, Dios quiere y necesita nuestra libertad. Una vez una amiga recién casada y con una fe intensa me decía:  ¿Por qué  no  hace Dios que todos le amen? Y yo le dije: Tú quieres que tu marido te ame obligatoriamente o libremente. No no libremente, me respondió.

Dios nos garantiza su hoy.  Hoy estarás conmigo en el paraíso, se ha abierto para la humanidad el jardín del amor y de la vida eterna, Dios ha cumplido su promesa de salvación y de culminar la creación, pero necesita nuestro SI, necesita nuestra libertad, que nos dejemos querer por él, y por tanto salvar, redimir y corregir.

En esta hora de la historia en la que nos toca vivir, en l que se duda tanto de la vida eterna y se frivoliza con el tema de la salvación o la condenación nosotros miramos los ojos de Cristo mirando con ternura al buen ladrón. Su arrepentimiento conmueve el corazón del Señor. En este viernes santo miremos al salvador clavado en la cruz. Y hagamos nuestra la oración del buen ladrón:

Señor acuérdate de nosotros cuando llegues a tu reino. Acuérdate de los que desertan de la fe, de los que se ríen de tu amor sagrado, de los soberbios que creen saberlo todo, de los que te ofenden, de los que te persiguen en tu Iglesia, de los que odian y matan en nombre de Dios, acuérdate de los pecadores, de los ministros que usan su ministerio para pecar gravemente. Acuérdate Señor de esta humanidad herida y asustada, de nuestros dolores y heridas.

Míranos Señor y acuérdate de nosotros cuando llegues a tu reino. Al paraíso, al jardín florido de tu amor y de la vida eterna. Amén.

TERCERA PALABRA:

MUJER AHÍ TIENES A TU HIJO, AHÍ TIENES A TU MADRE…

Conmueve en la belleza de esta Catedral,  ver al Cristo alzado y a nuestra madre Dolorosa.  Todos sabemos la belleza de la mirada de esta imagen de la Dolorosa. Lo más bello, para mí no es tanto los rasgos artísticos, que sin duda los tiene, sino cómo sus ojos están clavados en Cristo Jesús.  Me impresiona como María mira a Jesús. La gran recomendación de Santa teresa a sus monjas.  Sólo os pido que le miréis.

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Os invito de entrada en esta mañana santa del Viernes santo a que clavéis vuestros ojos en Jesús, como lo hizo María. Que ante las turbulencias de la vida, clavéis vuestros ojos en el Señor.

En este contexto  se entabla el impresionante diálogo de Jesús con el apóstol amado y con su madre.  De entrada usa el término mujer,  No mamá ni madre: sino mujer.  Un término que muchos entendidos lo identifican como un término esposa.  Jesús anunciaba que era el esposo a la samaritana, cuando la llama mujer.  Anuncia que es el único amor de la vida cuando le dice a la mujer pecadora:  Mujer, nadie te ha condenado?  Anuncia, una vez más que es el esposo definitivo cuando a su madre en cana la llama Mujer.

Hoy en esta hora suprema de la cruz Jesús es el esposo, y María es la Iglesia fiel que al pie de la cruz observa y contempla, es más, es participe de la consumación del amor del esposo en la cruz: y así la llama Mujer.  Hoy en la cruz se consuma el amor que es dar la vida.

Y en esta hora de la cruz nos regala a la madre. Ahí tienes a tu hijo. Aquí estamos madre, como Juan con miedos y dudas pero junto a la cruz.  Hoy más que nunca te llamamos Mamá, madre del alma y del corazón, te necesitamos al ver a Jesús morir.  Te necesitamos al ver desertar tantos cristianos de la fe de la Iglesia, te necesitamos cuando el pecado y la tentación oscurecen la luminosidad de la fe y del amor.

Pero acto seguido escuchamos las palabras de Cristo dirigidas a Juan y a todos nosotros: Ahí tienes a tu madre. Tienes dudas? Ahí tienes a tu madre? Estas sufriendo por algo o por alguien? Ahí tienes a tu madre. No ves futuro, te aprieta el corazón o los afectos? Ahí tienes a tu madre.

Jesús en la Cruz nos da todo lo que tiene, nos da su vida, nos da el corazón y la vida de su madre, para que sea también Madre nuestra. Por ser miembros de la Iglesia, verdaderos hermanos de Jesús, hemos heredado a María como madre espiritual nuestra. Jesús se hace nuestro tan de verdad, que su Madre es también nuestra madre. Desde el bautismo, María es nuestra Madre, nos quiere con el mismo corazón de madre con el que recibió a su hijo Jesús en Nazaret y en Belén, nos cuida, nos enseña el camino de la fe, quiere que estemos siempre cerca de Jesús, como quieren las madres que los hermanos estén juntos y se ayuden y se lleven siempre bien

El gran regalo esta mañana es la madre. La maternidad de Maria hoy se hace fecunda y universal. Le damos gracias por este don. Esto es lo que Jesús dice a su Madre: «No te quedas sola, no has acabado todavía tu maternidad, ahora tienes que ser madre de todos mis amigos, de todos mis discípulos, de todos los que yo quiero como hermanos. Tienes que ser Madre de la Iglesia, de la gran familia de los hijos de Dios. Tienes que cuidar de ellos, enseñarles a creer en mí y a creer en el Padre del Cielo, tienes que ayudarles a crecer en la verdad y en el amor, en la justicia de Dios y en la esperanza de la vida eterna».

Pero a mi siempre me ha impresionado este dolor de la madre al ver a su hijo morir.  Hoy pensemos y recemos por tantas madre que han visto morir a sus hijos. A vosotras, si me escucháis os pido que miréis a María, ella os entiende, ella os comprende y os ayuda.  Os pido que miréis a Jesucristo clavado, muerto en la cruz y descendido a los infiernos de la muerte. Él os entiende y él  es la vida. Sólo en él.

Te damos gracias, Señor, por el don de tu Madre María; te damos gracias por poder llamar madre a tu misma madre, porque podemos sentirla cerca de nosotros, amándonos como hermanos tuyos. Te damos gracias porque podemos tener a María en nuestro corazón y con Ella los tesoros de su fe y de su amor.

CUARTA PALABRA:

DIOS MIO DIOS MIO ¿PORQUÉ ME HAS ABANDONADO?

Esta es la palabra que más nos impresiona, es el fondo del cáliz del dolor. Porqué me has abandonado?? Es la expresión más impresionante en labios de Jesús.  Cualquier Padre se conmovería al escuchar estas palabras en labios de un hijo. Más de 100 veces pronuncia Jesús la palabra “Padre” En esta ocasión dice Dios mío porque está rezando el salmo segundo. El termino Padre se refiere al termino ABBA que significa Papá…

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 Para entender esta palabra hay que entender que es un salmo. Por tanto debemos de concluir que Jesús en la cruz está orando.  ¿Qué hace Cristo en su padecer? Orar. Es la oración de su ofrenda sacerdotal por todos nosotros. Jesucristo está orando entregando la victima que es él mismo.

El Salmo que reza es el salmo 22.  Sigue el texto diciendo: “ A pesar de mis gritos mi oración no te alcanza” pero el salmo no termina en ese tono tan lúgubre.  Si recorremos ese texto nos damos cuenta que es un éxodo del  abandono al encuentro, del dolor más profundo a la confianza más entrañable e intima. El salmo 22 es un salmo de éxodo y por eso lejos de ver esas palabras como un grito de desesperación hay que verlas como un canto de peregrinación.  Jesús mismo es un peregrino que atraviesa los valles de la muerte y cruza las puertas del abismo.  Pero no para quedarse ahí, sino para salir con nosotros a la luz de la gloria y a la tierra de los vivos.

Además estas palabras durísimas convierten a Jesucristo no solo en sacerdote sino en embajador, si me permitís la expresión.  Él presenta nuestra voz ante el Padre. Lo que grita Jesús ¿No es lo que muchos hombres sienten cuando el dolor y el sufrimiento nos ahonda en el corazón, cuando los amigos y personas queridas nos traicionan o cuando la enfermedad se nos planta. O en tantas circunstancias… no es verdad que en esos momentos aparecen sin ningún esfuerzo estas palabras?:  Dios mío Dios mío, porque me has abandonado? Pensemos por un momento en los cristianos perseguidos, en los secuestrados, recuerdo (a día de hoy 7 de marzo) el salesiano secuestrado Padre Tom Uznanil secuestrado en Yemen… o un enfermo que le detectan terminales… esas personas se sienten abandonadas pues si se sienten asi, que ya no se sientan así encontrado en Cristo la voz de su embajador.  Por eso si por una u otra causa,  te sientes abandonado o abandonada te invito a que en este Viernes santo entres en el misterio del Gólgota y reconozcas es la voz de Jesús tu propia voz. Porque el peligro que tiene ese grito en nuestros labios es que en nosotros sí que se puede volver en desesperación. Por eso nos tenemos que unir a Cristo que ora y  es nuestro embajador.

Pero aún hay una pregunta más.  En el libro de la sabiduría se dice que Dios no abandona nada, que Dios no desprecia nada.  En la carta de los hebreos se dice que Dios sostiene todo con su palabra poderosa. Entonces ¿Cómo es posible que llegue ese sentimiento de abandono en Jesús? La explicación nos la da San pablo  en su carta a los corintios:     Al que no conoció pecado Dios lo hizo pecado. No dice pecador, sino pecado.  Dice santa Catalina: Todo esta en manos de Dios, todo le pertenece menos el pecado.

Por tanto el misterio más hondo de esta palabra que estamos meditando es que Cristo de tal manera carga con nuestro pecado, se sepulta bajo nuestra basura que aunque no es pecador se hizo pecado y en la medida en que se hizo pecado se siente abandonado de Dios porque el pecado sí que es ajeno a Dios.

Tenemos que contemplar con ojos agradecidos este misterio.  Es lo mismo que dice San Pedro:  él tomo sobre sí nuestras culpas. Es precisamente es la montaña de pecado lo que ha hecho que él mismo aparezca como un horror sobre nuestros ojos según lo que leeremos esta tarde en la primera lectura de la celebración de este Viernes  Santo:  Lo vimos sin aspecto atrayente, ante quien se vuelve la cabeza por su fealdad.

Y si eso hay que decir de Cristo que el salmista dijo: eres el más bello de los hombres en tus labios se derrama la gracia, entonces podemos entender hasta que punto cargando  nuestro pecado Jesús ha perdido la belleza humana.  Quien quiera meditar esto solo puede sacar una conclusión: La misericordia de Dios.  La que hemos recibido a través de la cruz de Jesucristo para ti y para mí.

 

QUINTA PALABRA:

TENGO SED

Esta queja de Jesús tiene un primer sentido del todo realista. El respeto a la veracidad de los evangelistas nos obliga a aceptar el significado directo de sus palabras. Jesús dice que tiene sed. Está desangrándose, lleva horas soportando un sol abrasador sin beber una gota de agua. No se trata de una sed metafórica; ha perdido mucha sangre, está abrasado por la fiebre. Se muere de sed. En su muerte no estuvo libre de ninguna de las angustias que asaltan a cualquier agonizante. Como cualquier moribundo, Jesús tiene sed.

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Qué misterio y qué dolor. Nos acercamos a la cruz de Jesús, está pendiente del madero, con su cuerpo desgarrado colgando de los clavos como un guiñapo, con la cabeza caída sobre el pecho, ensangrentado, literalmente exhausto. Y es el Verbo de Dios, el Hijo único de Dios, en el cual y por el cual fueron creadas todas las cosas, la imagen del Dios todopoderoso, el primogénito de toda la creación. Ahora siente la indigencia y la extrema pobreza de la sed. Se queja y a la vez pide como el más pobre de los hombres que alguien alivie su sed con un poco de agua. También en esto Jesús comparte la pobreza y el sufrimiento de los más pobres y desamparados. Son los milagros del amor.

La palabra Tengo sed ha entrado en los corazones de mucha gente. Jesús tiene sed y podemos preguntarnos ¿Cómo saciar la sed de Jesús? Primeramente cayendo en la cuenta de que Jesús tiene sed de amor, tiene sed de ti. ¡que bien lo entedió madre teresa de Calcuta! Dios tiene sed de ti! De tu amor y de tu vida.  Escuchamos la voz de Jesús a la samaritana:  Si supieras quien es el que te pide de beber….

Quisiera que meditásemos estas palabras de Jesús según la oración de madre teresa : TENGO SED DE TI. Si, esa es la única manera en que apenas puedo empezar a describir mi amor. TENGO SED DE TI. Tengo sed de amarte y de que tú me ames. Tan precioso eres para mí que TENGO SED DE TI. Ven a Mí y llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te haré una nueva creación y te daré la paz aún en tus pruebas. TENGO SED DE TI. Nunca debes dudar de Mi Misericordia, de mi deseo de perdonarte, de Mi anhelo por bendecirte y vivir Mi vida en tí, y de que te acepto sin importar lo que hayas hecho. TENGO SED DE TI. Si te sientes de poco valor a los ojos del mundo, no importa. No hay nadie que me interese más en todo el mundo que tú. TENGO SED DE TI. Abrete a Mí, ven a Mí, ten sed de Mí, dame tu vida. Yo te probaré qué tan valioso eres para Mi Corazón.

 ¿No te das cuenta de que Mi Padre ya tiene un plan perfecto para transformar tu vida a partir de este momento? Confía en Mí. Pídeme todos los días que entre y que me encargue de tu vida y lo haré. Te prometo ante Mi Padre en el Cielo que haré milagros en tu vida. ¿Por qué haría Yo esto? PORQUE TENGO SED DE TI. Lo único que te pido es que te confíes completamente a Mí. Yo haré todo lo demás.

Hermanos, contemplemos en esta mañana a cristo agonzante que nos pide de beber. No lo demos nuestras cualidades, ni nuestros dones, ni lo mejor de nosotros.  Démosle amor, el corazón contrito y humillado.  Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.  Este corazón contrito, roto, es el corazón roto por las heridas del pecado,  el corazón que se reconoce asi mismo débil. Pero también el corazón quebrantado es el corazón abierto y el corazón abierto es el corazón que ama. Desgarrado de amor. Esa sensación que se tiene de amar sin medida hasta romperse. De este corazón tiene sed Jesús. Él que tiene sed de un corazón roto de amor, se convertirá en fuente de amor en su corazón.

Señor tienes sed de nosotros y de nuestro amor. Auxilianos cuando mendigamos amores y bebemos de otras fuentas. Que nuestra vida santa, que nuestro ardor en la fe y la nuestra comunión real con la Iglesia sacien tu sed de amor. Amén.

SEXTA PALABRA.  

TODO ESTÁ CUMPLIDO

Esta palabra de Cristo culmina su obra en la tierra.  Todo está cumplido.  Cumplida su misión, su entrega por amor, sus palabras, cumplido el amor al hombre, el perdón de los pecados.  Esta cumplida la historia intensa de su vida terrenal y de los tres últimos años… aquellas noches serenas en Galilea, las curaciones de enfermos con lágrimas en los ojos, los sermones de la montaña y del mal, la oración prolongada en el monte… los amigos de Betania y los discípulos íntimos del Tabor. Todo está cumplido.  Podriamos decir dos variantes:  Todo esta consumado. Todo es verdad.  Consumado en cuanto que Jesús lo lleva todo a la consumación de la cruz, a la altura de la cruz, que es el amor. Todo esta consumado es: todo está amado, enamorado. Y también todo es verdad, todo era verdad, la verdad de sus palabras y de su milagros. La verdad de su vida como Hijo de Dios, el Dios con nosotros.

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Un reto que tenemos los cristianos de hoy es precisamente el de la verdad. El relativismo nos está haciendo mucho daño.  Los jóvenes están creciendo en unas tesis relativistas muy venenosas que dañan la objetividad de la verdad. Es tan real y verdadero lo que yo siento y pienso que lo que la realidad es. Y esto daña la fe en Dios.

Dios es verdad, y Dios es la verdad. Que no nos engañen.

Todo está consumado, todo está amado. Hay un texto paralelo a este texto de la pasión que es Caná.  Las bodas de Caná son la prefiguración del Calvario. La boda de Caná se  consuma en dar la vida. Jesús es el esposo que viene a desposarse con esta humanidad.

Jesús es el esposo que canta el salmo 45: a mirra áloe y acacia huelen tus vestidos.  Justamente los perfumes que las muejres llevaran al sepulcro para embalsamar al esposo.

Jesús en la cruz nos revela la consumación del amor y la huella de este amor.  ¿Cuál es la huella del amor? El vacío, la cruz, la soledad. Las tinajas de Caná estaban vacias.  Hubo que llenarlas de agua para que el señor hiciese el milagro.  Ciertamente todos podemos experimentar este vacío existencial en tantos momentos. Soledad, cruz, vacío, sequedad… ¡no te asustes! Es la huella necesaria para que descubras que sólo su amor te puede llenar. ¿De que estas lleno? Tus tinajas ¿de que están llenas? Necesitamos experimentar el vacío, la soledad, la cruz, la herida abierta para recibir el amor esponsal de Cristo que en la cruz es consumado.

Todo esta consumado. Este amor pleno que hoy puedes percibir no es para que te quedes ensimismado ahí, sino para que lo difundas. Si recuerdas el cantar de los cantares, que es una historia de amor el último versículo termina diciendo:  Huye amado mío…. Esto vemos claramente en el texto de la aparición de Jesús resucitado en el lago de tiberiades:  Jesús le dice a pedro me quieres? Pedro está agobiado por el peso de la conciencia y lo lógicosería el abrazo… pero no… es el envio… me quieres? Te quiero! Apacienta mis corderos.

Este amor consumado en la cruz que abarca toda la historia hoy llama a la puerta de tu corazón ara que salgas al mundo, no para que te quedes encerrado en ti mismo. Se testigo de lo que aquí has visto y oído.  Todo esta consumado, todo está amado. Tu eres el hijo amado. Amén.

 

SÉPTIMA PALABRA:

PADRE EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU

La última palabra  de Jesús en la cruz  profundiza más la ofrenda de su vida. Jesús se pone en las manos del Padre. Verbaliza lo que fue siempre su existencia. La vida entera del hijo, en las manos del padre.

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 No hay ni sombra de rebeldía, ni de angustia, ni de fatalismo. Con la seguridad y la placidez que resplandece tan maravillosamente en el Cristo de Javier, flota por encima de sus dolores para refugiarse en el seno de su Padre, vuelve cargado con el peso del mundo a la Casa de su Padre. ¿Podemos imaginar una muerte más humana, más verdadera y más llena de esperanza?

Esta última palabra de Jesús es la palabra total de su vida; en ella la Palabra eterna que es el ser entero de Jesús vuelve al Padre en una última palabra llena de amor y confianza. «Salí del Padre y vuelvo al Padre, después de haber vivido plenamente la aventura azarosa de ser hombre y de vivir como hijo de Dios en un mundo pecador». Su oración es la religión verdadera, la piedad más verdadera, el acto más profundamente humano que podemos imaginar, la confianza definitiva que honra el nombre de Dios y nos abre las puertas de la salvación. Jesús no es el fundador de “una” religión, es el consumador de la religión de la humanidad; Él mismo es la religión de los hombres, es Dios que se hace hombre para abrir el camino de la verdadera religión y de la verdadera humanidad a todos los hombres que crean en Él.

Este acto filial es una verdadera revelación de nuestra filiación. Somos totalmente hijos de Dios, pero poco a poco nos vamos haciendo a la medida de Jesucristo tanto en cuanto hacemos nuestra esta actitud de Jesús_  “Padre a tus manos encomiendo mi espíritu”.  Es decir padre aquí está mi vida es tuya. El norte de nuestra vida cristiana es este: Ofrecer la vida al Padre. Todos los cristianos deberíamos llegar a este punto a este momento de nuestra vida. Esa es la ofrenda de nuestro sacerdocio bautismal.  Es el para qué profundo de nuestra vida.

Los Santos asi lo han vivido y sentido:  Vuestra soy, para vos naci ¿Qué mandáis hacer de mi? Dira santa teresa… o la oración final de los ejercicios espirituales de San Ignacio:  Tomad señor y recibir todo mi ser… todo vuestro disponedlo todo según tu voluntad…

Vivir es aprender a morir dejando caer nuestra vida en el regazo amoroso de Dios nuestro Padre. Vivir es acercarse a Jesús para aprender a vivir y a morir en esta actitud de confianza filial más fuerte que todas las tentaciones y todos los miedos y todas las necias pretensiones que nacen sin remedio en nuestro corazón. Con Jesús y como Jesús queremos vivir y morir en tus manos, Dios y Padre nuestro, fiándonos de tu amor, caminando hacia ti de la mano de tu Hijo, agrupados en esta Iglesia peregrina, encabezada por tu Hijo Jesucristo que nos acompaña y nos defiende en el camino de la vida.

Uno de las virtudes más importantes es la de la confianza.  Sin confianza en Dios no avanzamos.  Es la fe hecha amor.  Es la fe que toca todas las dimensiones de la vida, también la de la voluntad y la de los afectos. Jesús en la hora más oscura, en la cruz, nos enseña a confiar.  No es fácil, por eso necesitamos de su gracia y de su ayuda que nos levante y nos ayude a poner nuestro corazón en Dios cuando la noche asoma en nuestras vidas.

La fe crece creyendo confiando y la fe crece rezando, haciendo oración.  Esta palabra de Jesús es una profunda ración al padre. Y nos enseña que en la hora más oscura hay que rezar, hay que dedicar tiempo a ponerse frente a frente con el señor y presentarle nuestro estado de ánimo o nuestro problema, o nuestros deseos. Orar es ver verdades dice la santa de Ávila, orar es un trato de amistad, orar es estar con el amado, muchas veces como refugio y baluarte.

Padre a tus manos también confiamos nuestra vida, nuestro destino, nuestro futuro.  Confiamos como Cristo en la cruz, esperamos contra toda esperanza.  Sabemos que la muerte y el mal no tienen la última palabra. Nos quedamos aquí. Confiados  en que el grano de trigo que ha caído y muerto dará fruto abundante.

 

Para terminar rezamos desde el fondo de nuestro corazón: «Dios creador, bueno y misericordioso, / Padre de Jesús y Padre nuestro, / en tus manos ponemos nuestra vida. / Que nada ni nadie nos haga dudar de Ti, de tu bondad, de tu amor, de tu misericordia. / Con este Jesús, Hijo tuyo y hermano nuestro, / que coronó su vida y la vida del mundo / en la soledad de la Cruz, / queremos unir nuestra vida a la verdad de tu amor. / En la vida y en la muerte queremos estar cerca de Ti, / y vivir como hijos tuyos, / en la verdad del amor y de la esperanza, / esperando el momento gozoso de encontrarnos / con tu mirada misericordiosa de Padre bueno. / De la mano de tu Hijo, que nos diste como hermano, / con la fuerza del Espíritu Santo, / sostenidos por el amor maternal de la Santa Virgen María, / en la comunión de la santa Iglesia católica. / Amén».

Alfredo Urzainqui Hualde

Capellán de la Hermandad de la Pasión del Señor

S.I. Catedral  de Pamplona  14 de Abril de 2017, Viernes Santo

 

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