Ecce Homo

 A la vez que se encargaba a Higueras el paso de La Flagelación, la Junta sostenía un forcejeo económico con don Mariano Benlliure, en el marco saludable del Balneario de Betelu, como resultado del cual, una vez ajustado el precio en 55.000 pesetas, el anciano maestro se comprometía a realizar un nuevo «Ecce Homo» para la Hermandad de la Pasión.

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 Este grupo, en opinión de Manuel Iribarren, es ya una obra del período de decadencia de su autor, que cabría perfectamente atribuir a alguno de sus discípulos. «Se nos antoja -añade, pesimista- que el gran escultor, octogenario por entonces (1946) y medio ciego, no debió de poner en él las manos.»

El mismo escritor, tantas veces citado, evoca así el antiguo paso: «Aquel "Ecce Homo" de nuestra infancia -ancha faz antisemítica y pelo postizo- que un Pilatos de barba florida, sometido después a implacable rasuración presentaba al pueblo, tenía mucho de figura de cera. Pero, a nuestro juicio, expresaba más que este otro de Mariano Benlliure, con excesos anatómicos circenses y medianamente policromado».

Lo cierto es que cuando se recibieron las tallas y se expusieron al público juntamente con las de Higueras, la opinión general se deshizo en alabanzas a la obra de Benlliure con la misma unanimidad con que juzgó negativamente el grupo de La Flagelación.

Las nuevas andas, doradas y elegantes, que completan y realzan la belleza de este paso, se estrenaron el año 1947.

Un grupo del «Ecce Homo» aparecía ya en la procesión de 1553, entre los del Cristo de la Columna y la Cruz Penada. ¿Cómo sería? Tal vez lo habría esculpido alguno de aquellos hábiles imagineros cuyas manos expertas alegraron los muros de nuestras severas iglesias con los hermosos retablos del Renacimiento.

En 1700 había en Pamplona dos pasos del «Ecce Homo»: uno, perteneciente a la Cofradía de la Vera-Cruz, que salía el día de Jueves Santo, y otro, que era sacado en Viernes Santo y era propio de la Cofradía de La Soledad.

El año 1772 ocurrió un caso curioso, que recogió con su proverbial gracejo el desaparecido escritor Ignacio Baleztena. El gremio de menestrales, cuyo prior era Fermín de Ororbia, venía llevando desde hacía años el paso del «Ecce Homo» en la procesión pamplonesa, al parecer, de los nueve hermanos portadores, varios venían «rajándose» en años anteriores, con lo cual, el año último, el buen prior había tenido que arrimar el hombro, junto con otros tres primos, y cargar los cuatro con el paso, sin esperanza de relevo, durante toda la procesión, así pues, al año siguiente, alegando que su mujer estaba enferma y como buen esposo, no quería abandonarla en ese estado, solicitó y obtuvo del Ayuntamiento la liberación de su compromiso. Pero el caso fue que los pelaires sacaban otro paso que iba inmediatamente posterior al de los menestrales, y aquéllos, ya con el paso a cuestas cuando se enteraron de que sus vecinos no acudirían, dijeron que ellos no saldrían hasta que lo hiciesen los otros. Inútil fue que los organizadores les explicaran las circunstancias que habían motivado la ausencia menestral y la autorización con que contaban. Los pelaires, erre que erre, contagiados del absentismo de sus predecesores, si no llega a ser porque a la hora de la cena sintieron la perentoria necesidad de echar algo al estómago, todavía estarían con su paso al hombro, ofreciendo a los siglos venideros un curioso ejemplo de huelga procesional.

La antigua Hermandad de La Oración del Huerto, una de las que dieron origen a la actual de La Pasión, obtuvo hacia 1836 el viejo «Ecce Homo», que se custodiaba hacía algunos años en la parroquia de San Nicolás, trasladándolo a la Capilla de la Virgen del Camino, donde se hizo un altar el año 1853, en cuyo retablo ocupaba la parte derecha del cuerpo superior.

Hacia 1852 se encargó a don Antonio Esteve la reforma del «Ecce Homo», «cuya deformidad y ridícula figura desdice mucho del sagrado sujeto que representa», debiéndole añadir las figuras de Pilatos y de un soldado romano. Según García Merino, lo que se hizo, sin embargo, fue realizar de nuevo las tres figuras. Como curiosidad anotaré que en el mencionado retablo de La Oración del Huerto, en San Cernin, las figuras de Pílalos y del soldado, se guardaban ocultas bajo la mesa del altar.

Cuando se reformó el viejo paso, hacia 1902, dominaba un criterio tan ahorrador que, a la vez que se confeccionaba «un traje riguroso de senador romano (!) para Poncio Pilatos», el viejo atuendo del barbudo procurador era aprovechado para hacerle una túnica al soldado romano que le acompañaba en el balcón del pretorio. Laudable economía -comenta con fino humor García Merino-, que sin duda habría sido muy elogiada por la administración imperial de haber llegado a su conocimiento.

La macrocefalia de la anacrónica figura del procurador inspiró la musa jocosa de Tiburcio de Okabio:

Tiene Poncio Pilatos tan grande cabezón
que a su «lau» la de Alberdi es un melocotón.

No se descartaban los parecidos -siempre pura coincidencia- con personajes pamploneses de principios de siglo:

Ese «soldáu» romano que tras Pilatos ves 
tiene la misma cara que Teodosio Sagúes...

Así pues, con la ironía de unos y la nostalgia de otros, el viejo paso, sustituido por el actual en 1946, se nos fue para siempre, un poco triste, a la parroquia de Mélida.

Fue encargado al mismo tiempo que el paso de La Flagelación. La Hermandad envió una Comisión para entrevistarse con Mariano Benlliure que se encontraba en el balneario de Betelu. Se acordó el precio en 55.000 pesetas. 

Benlliure había nacido en 1862 en una familia de artistas. Había estudiado en las Academias de San Carlos, de Valencia, y de San Jerónimo, de Madrid, y posteriormente en París. Pronto se impuso, con éxito, en el panorama artístico español gracias a los temas populares (toros, gitanas, niños) que trataba con gran detallismo, en piedra, mármol o bronce,

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y a los monumentos públicos que realizó en España y América. Su estilo realista, propio del siglo XIX, no varió a pesar de vivir casi medio siglo veinte. En 1917 fue nombrado director del Museo Nacional de Arte Moderno. Entre su enorme producción se encuentran más de 15 pasos procesionales. Uno de los últimos fue el de Pamplona que realizó a avanzada edad. Murió en Madrid el 9 de Noviembre de 1947. 

Antes de su exposición, junto con la Flagelación de Jacinto Higueras, había merecido la aprobación de la Comisión de la Hermandad que, presidida por el Prior D. Fermín Marquina, lo vio en el estudio del escultor, en Madrid. 

El grupo está formado por Cristo, Pilatos a su izquierda, y un sayón a su derecha y algo retrasado. 
La policromía es muy suave. Autores como Manuel Iribarren y Joaquín Arazuri han manifestado su decepción ante esta obra de Mariano Benlliure e, incluso el primero de ellos cree que podría tratarse de una obra de un discípulo de este

Salió en la procesión por primera vez en 1947. 

Este paso, es llevado a hombros por 22 portadores. 

El antiguo paso de El Ecce Horno fue enviado a Mélida.

 

 

JOSÉ RIUS 

 Nace en una familia humilde de Barcelona. Muy pronto se ve su afición artística, puesto que dedicaba todo lo que ganaba a comprar árgila para moldear figuras de nacimiento. Sólo con nuevo años monta una parada para vender sus própias figuras a la feria de Santa Llúcia, que en aquella época se repartía entre la Catedral y la parroquia del Pi.

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Con quince años, entra de ayudante al taller de quien más adelante sería su suegro, Claudi Garrich, a la calle Diputación 243, y abandona su domicilio particular a la calle Pau Claris.

Al 1886 fundó con su suegro la industria imatgera y peesebrista Casa Rius, dejando entrever sus habilidades empresariales además de las artísticas.

Al 1887 se casa con Mercé Garrich Brotons, con quien tendrá quince hijos, aunque sólo cuatro llegarán a la edad adulta -Claudi, Flora, Josep y Eduard-, siendo Claudi Rius, nacido al 1892, lo que continuará la saga y lo que gestionará el taller familiar hasta su muerte. Gracias a los contratos firmados y a su esfuerzo se hizo construir al 1914 lo que sería el domicilio familiar con granos dependencias para dar alberge a tan numerosa saga, a la calle Rosselló 195 de Barcelona.

Josep Rius no pudo acceder a una formación académica como otros escultores contemporáneos que se formaron al Llotja Barcelonesa, pero en cambio su buen oficio aprendido al taller de su suegro y sus calidades innatas desarrolladas de manera autodidacta en el mundo del belen, como en el caso de otros escultores catalanes, lo trajeron a ser muy cotizado y permitieron de montar un negocio propio con una producción prolifera y rentable. Prueba de su reconocimiento es el hecho que va ser reclamado para adornar importantes obras civiles en Barcelona, como el Palacio de Justicia.

El taller familiar, que con diferentes nombres se mantuvo hasta adelantados los sesenta, y por donde pasaron una gran cantidad de escultores, disfrutó de la figura del patriarca hasta el momento de su muerte, puesto que con más de noventa años seguía modelando figuras y recuperando viejos moldes, aunque después de la integración total de su hijo al taller familiar, cosa que se realiza sobre los años veinte, ya no firma ninguna obra y todo lo que salía del taller lo hacía bajo el nombre de Hijos de Josep Rius o Taller Claudi Rius. Los motivos parece que fueron de salud; la muerte de once hijos y sobre todo la muerte de su esposa, todavía joven, debido a un ataque de corazón, le causaron tal angustia que al 1916 padeció una angina de pecho, de la cual se recuperó, pero que fue el origen de una neurosi. Eso hace que tenga que dejar la administración del taller a su hijo Claudi a los alrededores del 1920. Este hecho explica que sea muy difícil delimitar qué trabajos son de Josep Rius y qué de su hijo Claudi; así tenemos por ejemplo La Oración en el Huertode Segovia del 1906, o también el mismo misterio de Tarragonade Jesús Nazareno del 1907, o incluso el Ecce Homo(1917) de Tarragona, destruido el año 1936. De la misma manera, aunque algunas son posteriores, las obras de Pamplona también fueron firmadas por el padre. No obstante eso, el problema empieza después de la guerra, cuando el taller familiar pasa a denominarse de diferentes maneras y, debido de al gran volumen de pedidos, a su interior trabajan numerosos escultores, que no realizan una obra entera. Según me comentaba el escultor Puigdollers, que había trabajado en Casa Rius a la época de los cuarenta, había artistas especializados en manos, otras en caras, otras en la creación de la composición, etc. Entre estos artistas había su padre, que moldeo hasta la epoca de los cincuenta y que incluso incorporaba modelos propios y realizaba los rostros de las figuras que salían del taller. Es por este motivo que muchas obras, firmadas una por el padre y otra por el hijo y con una diferencia notable en el tiempo, son muy parecidos. Eso se puede comprobar notando el gran parecido de composición que hay entre los misterios de La Oración del Huerto de Segovia (J. Rius 1906) y el de Tarragona (C. Rius 1940), o el de Jesús Nazarenode Tarragona (1907) y la Verònica de Badalona de 1940 de Claudi Rius. Ciertamente necesitaríamos mucho de espacio para poder discernir la participación de Josep a las obras atribuidas a Claudi, y además no es el motivo de este artículo.

Se tiene que marcar el periodo que va desde el 1907 hasta el 1923 como la etapa de más gran producción y gloria del maestro barcelonense.

Al 1906, al ser nombrado obispo de Segovia Don Julián Miranda Bistuer, natural del pueblo de Tamarit de Litera, de la franja de Ponente, decidió impulsar la Semana Santa y por esto pone a manos de dos artistas catalanes, Josep Quixal y Josep Rius, la creación de dos grupos escultóricos. Josep Ríes elabora La Oración en el Huerto, que causó gran sensación y que todavía hoy se venera a la iglesia de San Lorenzo de Segovia. Este grupo fue restaurado hace poco por R&C Restauración y Conservación S.L. y del informe que se redactó podemos deducir algunas cosas muy interesantes, como es el método de juntar tacos agujereados y escalonados sobre los cuales se realiza la talla, en lugar de usar un encadenado de tablones. Casi al mismo tiempo que el encargo de Segovia, hace Jesús Nazareno de la Hermandad de Jesús Nazareno, conjunto de cuatro figuras.

Después siguiera una composición de ocho figuras, que resulta ganadora del concurso para la realización del misterio de EI Prendimiento de Pamplona, para muchos la gran composición de Josep Ríes, que todavía hoy sale en procesión por las calles de Pamplona y que en su día cuesta 4.900 ptas., y para la cual se inspiró en el cuadro El beso de Judas del pintor Anton Van Dick Cuypers. Hace falta destacar que la policromia de las figuras no la hizo Ríos, sino que lo encargaron a la casa Arteida y Artieta de Pamplona, igual como se hizo con los otros tres misterios de esta ciudad, La Santa Cena (1918), La Oración del Huerto (1919) y La Cruz a cuestas (1922). En aquel tiempo elabora otro misterio de tres figuras para Tarragona, la Ecce Homo, que salío por primera vez el 1918. Para acabar podríamos definir el arte de Josep Rius como lo hacía un diario de Pamplona al 1919, al estrenarse el paso de La Santa Cena: "Desde luego, se advierte que el autor no se un santero sino un artista genial que siente el arte cristiano que se inspira en el Evangelio, que rompe los viejos moldes para seguir e imponer su ideal, su espiritualismo triunfante de la materia".

 Gracias a la pagina

http://www.jesusnatzare.org/Castella/jriuscast.htm

De donde pudimos extraer la información.

 

 

 AUTOR

José Rius


AÑO

1919


MEDIDASporta cena
Alto: 3,26 m.

Ancho: 2,3 m.

Largo: 4,1 m.


PESO

2110 kg.


PRECIO

15.000 pts


PORTADORES

10 a ruedas