por Pedro García Merino (1962)
La Hermandad de Cereros y Confiteros de Pamplona, radicaba primitivamente en el desaparecido Convento de San Francisco, habiendo sido trasladada el año 1656 a la Iglesia del Hospital.
En aquel lugar y en un arca de tres llaves, se guardaban las ordenanzas, libros y escrituras, juntamente con los privilegios del Papa Clemente IX, y las letras retales que eximían a la Hermandad de la visita del Ordinario.
En otras arcas y cajas se conservaban los vestidos y alhajas de la Virgen, y el Niño Jesús «que se pasa al Hospital el día de la Candelera» más las hachas de los cofrades y otros efectos.
Era Patrona de este gremio, Santísima Virgen en el Misterio de su Natividad, fiesta que celebraban con gran brillantez los días 7, 8 y\ 9 de Septiembre.
La imagen de la Patrona de los Cereros, cuya fotografía ilustra estas líneas, es una escultura de unos setenta centímetros de alta, de las llamadas «de vestir» y tiene los brazos articulados.
La amorosa mirada de sus ojos inclinados y la sonrisa que anima su rostro, le dan una celestial expresión de ternura y misericordia; tiene las manos tendidas en un delicioso ademán como de inocente indecisión, y todo ello produce en quien la contempla, un profundo sentimiento de piedad y veneración. Puede datarse como de fines del siglo XVI, o comienzos del XVII.
Aún después de desaparecido el Gremio, siguió conservándose algunos años la devoción particular de los cereros a su antigua Patrona. Pero el transcurso del tiempo, el cierre de la Iglesia del Hospital al ser trasladado éste a Barañáin y las obras de reforma que se iniciaron en el viejo edificio, ocasionaron el abandono de aquella devoción y hasta el recuerdo de la misma, quedando la imagen olvidada en un rincón de la sacristía.
Mas parece que exista una especial Providencia que vela por la conservación de estas benditas imágenes, que han escuchado a través de los siglos las plegarias de tantas generaciones de hombres honrados, Providencia que se manifestó particularmente en este caso con un curioso suceso:
Como es sabido, al cerrarse al culto la Iglesia del Hospital viejo, se autorizó a la Hermandad de la Pasión del Señor para guardar en aquel sitio los Pasos y efectos de la misma, que figuran en la Procesión de Viernes Santo.
El celoso monitor de la Hermandad de la Pasión, don Miguel Noain, acostumbraba visitar con frecuencia la citada Iglesia para cuidar de los Pasos y vigilar su conservación. Siempre iba al atardecer, después de terminar su trabajo ordinario, pero un buen día del mes de Junio de 1954, tuvo la ocurrencia o mejor diríamos, inspiración de girar su visita a las siete de la mañana.
Al intentar abrir la puerta de la iglesia, notó que no entraba bien la llave en la cerradura, y pensando que aquella estaría estropeada, volvió a su casa para traer una segunda llave.
Como tampoco conseguía abrir con ésta, empujó fuertemente la puerta, la cual cedió pues estaba solamente entornada y sujeta por dentro con unas cuñas.
Avanzó por el interior de la iglesia y al llegar a la puerta de la sacristía vio que las hembrillas del candado que tenía puesto habían sido rotas, por lo que recelando alguna anomalía, abrió la puerta preguntando, ¿quién anda ahí?
En aquel momento desde el interior se abalanzó hacia él un individuo joven, tratando de huir. El monitor lo asió por las ropas, pero el otro forcejeó y diciendo «Yo no he hecho nada, yo no he venido a robar» consiguió saltar la valla de las obras y escapar por las escalerillas que bajan a Santo Domingo.
El monitor le persiguió hasta el Puente de Cuatro Vientos, donde le perdió de vista. Después avisó al Prior y Secretario de la Hermandad, que acudieron prontamente a la Iglesia, donde pudieron apreciar los desperfectos ocasionados en el intento de robo.
El ladrón, después de revolver todo, había preparado un buen botín de trozos de metal, galones, ropas, etc. y los había recogido en la caja que sirve para guardar la bandera.
Después, había arrancado a la imagen de la Virgen su capa y vestido exterior, preparándolos como envoltorio de otros efectos robados y sin duda cuando fue interrumpido en su tarea, estaba terminando de despojar la santa imagen. La oportuna llegada del Sr. Noain, impidió se consumara el sacrílego robo.
¿Cómo interpretar este sucedido? En buena lógica de personas creyentes y piadosas, no resulta forzado admitir que la ocurrencia o corazonada que impulsó al buen monitor «a dar una vuelta por los Pasos» a una hora desusada y precisamente en ese día, obedeció a una inspiración o aviso de carácter más que natural, con los cuales se quiso impedir la profanación de la antigua imagen y el saqueo de los efectos de la Hermandad de la Pasión.
Así lo entendió su Junta de Gobierno, que en adelante miró a aquella encantadora Virgencica de los cereros, como a especial protectora. Y al verificarse el traslado definitivo de los Pasos a la nueva residencia de la calle Dormitalería, pareciendo una ingratitud imperdonable dejar otra vez la bendita imagen en su anterior olvido y abandono, se solicitó como especial favor el permiso de conservarla en el nuevo domicilio.
Concedida la oportuna autorización, fue trasladada a dicho lugar y colocada con todos los honores sobre una peana en el testero principal de la Sala de Juntas, desde donde preside a todos con su celestial sonrisa.
Una distinguida dama pamplonesa confeccionó nuevos y ricos vestidos que sustituyeron a los sumamente deteriorados que adornaban la imagen y desde entonces nunca faltan en su obsequio devotas plegarias y ramos de frescas flores, símbolo de inmarcesible cariño a la Reina de los Cielos.