En 1905 se decidió construir un nuevo paso, «en vista de que este año no ha salido la procesión y se economiza algún dinero la Hermandad y las gentes están en la creencia de que el año que viene se estrenará algún paso nuevo, pues verdaderamente hace falta el Descendimiento de la Cruz». Vemos cómo se pensaba que si un año no salía la procesión, el ahorro de cera tenía que ser invertido en fabricar un paso nuevo. Esta creencia se ha mantenido mucho tiempo. Últimamente parece ser que o el tiempo acompaña o los escultores se cotizan más alto, ya que nuestra Hermandad estrenó su último paso en 1952, y no se ve por ahora posibilidad de adquirir otro.


Convocado, pues, el correspondiente concurso, se escogió el proyecto presentado por el señor Castellanos, de Barcelona, cuyo coste ascendió a la cantidad de 6.000 pesetas.

El grupo escultórico está inspirado en la famosa pintura de Rubens «El Descendimiento», monumental lienzo barroco compuesto en diagonal, grandioso y patético, pintado entre 1611 y 1614. El cuadro se mantuvo oculto en Bélgica durante la ocupación alemana, y al finalizar la guerra fue solemnemente restituido a la Catedral de Ámberes.

El nuevo paso se hallaba concluido para el mes de marzo de 1906, «habiendo gustado a las personas inteligentes», como se escribió entonces.

García Merino cuenta a título de anécdota que su enorme tamaño originó algunas complicaciones, en primer lugar, tropezaba con los cables del alumbrado, que entonces eran aéreos, fijos en las fachadas y de lado a lado de las calles. El problema se solucionó casi a lo baturro, levantando los cables al paso del simulacro, con grave riesgo para los improvisados electricistas. Otro inconveniente, éste de mayor cuantía, era que, dadas sus proporciones, no cabía en la capilla de San Agustín, donde por entonces se guardaban los demás pasos, por lo que se solicitó y obtuvo permiso del Cabildo para depositarlo en la Catedral. El lugar asignado fue la capilla de las Animas, tercera del lado del Evangelio, contando de la fachada, que había sido del patronato del Duque de Alba, donde estuvo colocado en forma de altar bastantes años.

Este grupo se alumbraba en la procesión por medio de candilejas de carburo llevadas por hermanos entunicados, que posteriormente se fijaron en las andas.

Un paso del Descendimiento figuraba ya en la procesión pamplonesa el año 1553. En 1700 no aparece, pero entre los que sacaba la Cofradía de La Soledad se contaba el de Las Angustias o Las Siete Espadas, que corresponde con toda probabilidad al de María con el Cuerpo de Cristo muerto en sus brazos, que se venera hoy en el altar lateral de la epístola, junto a la puerta que sale a San Francisco, en la iglesia de San Lorenzo. Este grupo se sacaba antiguamente en procesión con otras dos figuras, de San Juan y la Magdalena

 

Miradas de Pasión
Carlos Ayerra Sola, Capellán

Año: 1906
Autor de la obra: Miguel Castellanas Escolá, de Barcelona
Medidas: Altura 5,15 m - Anchura 2,45 m - Largura 4,10 m
Número de portadores: 4


Leyendo las crónicas de la época (1906) sobre este grupo escultórico del Descendimiento, que nos hace llegar ya al Paso décimo de nuestro recorrido procesional, se dice que el magnífico grupo es una verdadera obra de arte que no tiene desperdicio alguno.

Quiero mirar al que levantaron en la cruz. Miremos a Jesús, al hombre que pasó su vida haciendo el bien. Miremos al Hijo de Dios, sucio y roto, crucificado por nosotros. Mirémoslo, pero con los ojos del corazón, con los ojos del amor, con los ojos de su Madre. Miremos y veamos entre los personajes que allí aparecen, las escaleras que sirven para bajar el cuerpo muerto de Nuestro Señor.

Pero nosotros... miremos y hagamos lo contrario: empecemos a subir la escalera que lleva por la cruz a la puerta del cielo. Nuestros ojos se abren grandes mirando los hombres que suben por la escalera y poco a poco y con gran cuidado bajan a Jesús de su cruz. Nicodemo y José de Arimatea bajan a Jesús de su cruz y se lo entregan a su madre María.

Hoy, Hermanos de la Pasión y Hermanas de la Soledad, os invito a hacer memoria y recordar algo, a recordar a alguien, que en un Viernes Santo ya muy lejano se grabó para siempre en nuestro corazón. Recordemos la cruz altísima plantada y la escalera por la que suben y bajan a Jesús ensangrentado. Y, una vez más, contemplamos la negrura del corazón humano.

Junto a la cruz de Jesús, una escalera para llegar hasta él, para subir al cielo. Quisiera que estas líneas sean una invitación, a todos los miembros de la Hermandad de la Pasión del Señor de Pamplona, a subir por la escalera que, Dios y la Iglesia, ponen a nuestro servicio a lo largo de nuestra vida.

Porque, recordemos, había una escalera por la que Dios bajaba todos los días para caminar y conversar con Adán y Eva en el jardín del Edén. Sin esa escalera por la que Dios bajaba a ellos, todos los sueños del hombre son estériles. Conocemos la historia de otra escalera, la de Jacob, que llegaba hasta el cielo y por ella bajaban y subían los ángeles. Al final de la escalera estaba Dios. Pero, cuando Dios quiso que su amor por nosotros se hiciera palpable y visible, cuando Dios quiso bajar de nuevo para estar con nosotros, nos envió una escalera que une cielo y tierra, ésta se llama Jesús:
Jesús, el justo, ajusticiado. Jesús, el hombre para todos, crucificado por nosotros. Jesús, el hombre que bajó por la escalera del amor para conversar con nosotros, para plantar la cruz de la salvación en el Gólgota, una cruz que llega hasta el cielo, y que Dios bendice.

Cristo, dice la carta a los Filipenses, apareciendo en su porte como un hombre cualquiera, se humilló y obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz. Por ello Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. Este Cristo, humillado y obediente, escándalo para unos y locura para muchos, este Cristo y su cruz son, hoy, la escalera por la que nosotros estamos llamados a subir para heredar la gloria. Este Cristo del que nosotros, en la Hermandad de la Pasión, hacemos contínua memoria, no es una reliquia del pasado. Es diaria presencia en medio de su pueblo.
Hermanos de la Pasión y Hermanas de la Soledad, miremos al Señor. 

No son los clavos los que hacen que Cristo esté en la cruz clavado. Es su amor por todos nosotros, y sólo el amor el que hace que Cristo no baje de la cruz Hermanos de la Pasión y Hermanas de la Soledad, miremos al crucificado y decidamos, subir por la escalera de la cruz hasta los brazos del Padre. Él es el final del viaje. Jesús y su cruz son escalera y puente para cruzar hasta la orilla de la vida sin fin.

Hermanos de la Pasión y Hermanas de la Soledad, miremos al que traspasaron, es Jesús. Es Él. No hay otra cruz, otra escalera, otro amor que pueda salvar. Y cuando el Viernes Santo contemplemos este Paso, pidámosle que nos mire Él, que nos ame Él, que nos ayude con su gracia a poner nuestros pies en el primer escalón que sube hasta su corazón.

Por esa escalera José de Arimatea, Nicodemo y otros amigos bajaron a Jesús de su cruz y lo pusieron en brazos de María, su Madre. María fue la primera escalera por la que Jesús bajó a visitarnos, la primera escalera para hacerse hombre como nosotros, la primera escalera por la que el ángel bajó el día de la Anunciación, y el primer peldaño fue su sí. María, al pie de la cruz, nos ofrece a todos a recibir a su hijo para hacerlo nuestro hermano, nuestro Señor y Salvador.

¿Quién nos enseñará a subir por la escalera? ¿Quién nos dará el valor para vencer el vértigo de la altura? ¿Quién nos acompañará en esta ascensión? ¿Quién fortalecerá nuestras rodillas vacilantes?

La Iglesia, nosotros, comunión de Hermanos que recordamos que Jesús es la escalera que nos lleva hasta el Padre. La Iglesia, que a través de los sacramentos nos libera del peso de la culpa y nos devuelve la alegría de la salvación. La Iglesia, que nos recuerda que para subir esta escalera no hay que llevar ningún peso, sólo el peso de un gran amor a Jesús y a los hermanos, es la carga que podemos llevar a la espalda. La Iglesia, la Hermandad, es para nosotros, una escalera por la que Jesús sube y baja hasta nosotros. Miramos a Jesús despacio y, en la intimidad de nuestro corazón, le decimos:

¡Oh buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
Nos permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti, para que con tus
Santos te alabe.
Por los siglos de los siglos

AUTOR

¿Miguel? Castellanas


AÑO

1905


MEDIDAS>porta descen
Alto: 5,15 m.

Ancho: 2,45 m.

Largo: 4.10 m.


PESO

1.712 kg.


PRECIO

6.000 pts


PORTADORES

32 a hombros