Es el paso más antiguo de los que posee la Hermandad, cuantos se han ocupado de nuestra iconografía procesional coinciden en señalarlo como el más artístico.

En 1885, faltando todavía dos años para que naciera la Hermandad de la Pasión, la antigua Cofradía del Santo Sepulcro acordó sustituir el viejo paso titular, abriéndose con este motivo una suscripción que obtuvo un producto de 9.000 reales.


Se encargó la obra al ilustre escultor Agapito Vallmitjana, que realizó un segundo original del que hoy se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Madrid. Manuel Iribarren recogió el dato de que al artista le sirvió de modelo el pintor Eduardo Rosales, «quien, por su expresión y dulzura, en plena tuberculosis, evocaba el dolor divino de Cristo».

El folleto explicativo de la procesión de 1888 dice de este paso: «El nuevo Cristo yacente, en que la Hermandad ha puesto especial empeño, es obra de uno de los mejores escultores españoles, Vallmitjana (Agapito), autor de otro exactamente igual que le fue premiado y adquirido por el Gobierno. La adquisición del de la Hermandad se ha hecho, en parte, con fondos que produjo una, cuestación pública abierta hace algunos años por la antigua Hermandad del Sepulcro»

A continuación describe cómo era el paso antes de la reforma que sufrió años más tarde: «Sobre una elegante plataforma se levanta un cuerpo rectangular de jazpe imitado y en él descansa el cadáver desnudo, sobre un sudario de talla, y velado solamente por una finísima y transparente sábana de nipis, bordada en su centro y remates en blanco. En los cuatro ángulos del cuerpo rectangular van cuatro magníficos pebeteros traídos de París, derramando luz sepulcral».

Las andas de este paso fueron magistralmente reformadas por el arquitecto don Víctor Eusa hacia 1926, y en ellas llaman la atención unos admirables relieves, obra del malogrado escultor Ramón Arcaya, A propósito de las antiguas andas, Martínez de Lecea me informa de un detalle curioso: Cuando, a finales de septiembre de 1908, tuvo lugar el solemne entierro del ilustre violinista don Pablo Sarasate se utilizaron para conducir el féretro las andas del Cristo Yacente, hecho que originó las reacciones más desfavorables en los sectores integristas de nuestra ciudad, para los cuales don Pablo -mezcla, curiosa entonces, de católico practicante, espíritu liberal y «bon vivant» bohemio- seguía siendo poco menos que impío o masón.

El paso del Santo Sepulcro aparecía ya entre los otros de nuestra procesión el año 1553, en el que se erigió una Hermandad bajo esa advocación, la cual tenía por finalidad «que la procesión de Jueves Santo se haga con más devoción y culto». En ciertos pleitos que se originaron a raíz de esto, por cuestión de preferencias, aparece que lo conducían y acompañaban los plateros de la ciudad, quienes alegaban, además, haberlo construido unos dieciocho años atrás, incluyendo la imagen de la Soledad y los Angeles con las insignias de la Pasión.

Nuevos roces con los plateros hubo en la procesión de 1562, siendo prior de la Hermandad del Sepulcro Diego de Irurita, y uno de los cofrades declaró acerca del estado en que tenían el paso, que «se le saltaron las lágrimas por haberlo hallado con tanta indecencia».

El 3 de marzo de 1649, reunidos en el convento de la Merced -que estuvo situado frente al Palacio Episcopal- Diego Montalvo, platero, y consortes, de una parte, y don Marcos de Echauri, secretario de! Real Consejo y prior de la Soledad, con seis mayordomos de la Cofradía, de la otra, ante el escribano Juan de Errazu, los primeros se comprometieron a hacer un paso nuevo del Sepulcro para la Cofradía representada por Echauri. y a sacarlo en procesión el día de Viernes Santo, transmitiéndose ese derecho de forma hereditaria.

Según García Merino, el autor de este paso, el escultor vecino de Asiáin Juan de Aguirre, recibió de los mayordomos, «de un paso que ise de una echura de un Santo Cristo», la cantidad de 800 reales, el 31 de diciembre de 1649. Núñez de Cepeda leyó Paulo en el nombre del tallista, y «dusientos» reales en el importe.

En 1700 había dos simulacros del Santo Sepulcro, uno perteneciente a la Cofradía de la Vera-Cruz y otro a la de la Soledad.

Baleztena anotó que uno de los dos era propio del antiguo gremio de los zapateros. En 1776, éstos exponían a la Ciudad «que de inmortal tiempo a esta parte y desde que no alcanza la memoria de los hombres, han acostumbrado de llevar y alumbrar el paso del Santo Sepulcro en la procesión del día de Jueves Santo». Así pues, éste era el adscrito a la Vera-Cruz, que organizaba la procesión de dicho día, acudiendo a ella vairos gremios y hermandades, como la de los cortadores de carne, quienes concurrían «alumbrando a su patrona Santa Elena hasta que se extinguió la procesión», según leo en un librito que se imprimió en 1817 para demostrar que no debía ser incluido entre los oficios viles eí de menestral o cortador de carnes.

Los zapateros sostuvieron pleitos a causa de ese derecho a sacar el paso del Sepulcro, que ganaron en 1763, y desde entonces disfrutaron sin oposición alguna.

A raíz de la ocupación francesa de Pamplona, de 1808 a 1813, sufrió una grave crisis la procesión de Viernes Santo. Años después, en 1828, no se sacaban más que cuatro pasos, uno de ellos el del Sepulcro. Con la primera guerra carlista vendría una nueva etapa de decadencia.

El paso de Cristo Yacente, sustituido por el actual hacia 1886, representaba una urna sepulcral, con su tapa de angelotes y sus paneles de cristal, con el cuerpo del Señor cubierto por un pudibundo vestido talar, según un viejo grabado que de él se conserva. ¡Qué pobre y qué raquítico resulta, comparado con la magistral talla realizada por Vallmitjana en 1886!

Agapit Vallmitjana i Barbany 

agapito

 

Hijo de un tejedor, estudió, junto con su hermano Venancio, en la Escuela de Lonja teniendo como maestro a Damián Campeny. 


Se iniciaron en la gran imaginería con cinco estatuas para la iglesia de los Santos Justo y Pastor, en 1854. Realizaron en un principio figuras de barro para ornamentación religiosa y esculturas monumentales para diversos edificios, tales las que adornan el vestíbulo de la Universidad de Barcelona, las del parque de la Ciudadela y las del Banco de Barcelona. 

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Los dos hermanos trabajaron en común durante largo tiempo y en ocasiones es difícil atribuir las obras a uno u otro. Aunque en su época disfrutó de menor fama y reconocimiento que su hermano, probablemente es un escultor de mayor categoría artística. Se formó junto a Venancio y bajo la tutela de Damián Campeny en la Escuela de La Lonja de Barcelona. 

Ambos hermanos organizaron un taller conjunto que mantuvieron hasta 1883, y en el que realizaron su primer encargo importante: las figuras de la Fe y de los cuatro Evangelistas para la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Barce lona, en 1854. 

Fue miembro de la de Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y profesor de la Academia Provincial de San Jorge, segregada de La Lonja, y de la propia Lonja, donde llegó a ser catedrático e impartió clases al escultor Pablo Gargallo . 

En 1860 se encargó, junto a su hermano, de restaurar los detalles arquitectónicos de la Audiencia de Barcelona. Ese mismo año realizó la figura de Isabel II y el príncipe de Asturias (Prado). Presentó obra a las Exposiciones Nacionales y en la edición de 1862 consiguió segunda medalla con San Sebastián. 

En la de 1864 logró tercera medalla. En 1865 realizó las estatuas de Alfonso X el Sabio y Luis Vives para la Universidad de Barcelona. Con su hermano, esculpió los bajorrelieves de las cuatro Virtudes cardinales del panteón de don Francisco Permayer y la fuente del parque de la Ciudadela de Barcelona, en la que él se ocupó de las figuras de la Agricultura y la Marina. 

También realizó obras fuera de Cataluña, como uno de los apóstoles de la renovada iglesia de San Francisco el Grande de Madrid, la estatua ecuestre de Jaime i el Conquistador en Valencia y la escultura de Mateo Benigno de Moraza en Vitoria. 

En el último tercio del siglo, tuvo una gran demanda de retratos y de esculturas de carácter funerario, llevando a cabo sepulcros de importantes persona lidades en edificios religiosos, como el del Cardenal Lluch en la catedral de Sevilla o el del Obispo Urquinaona en la iglesia de la Merced de Barcelona, de 1885. 

Su obra muestra un complejo desarrollo de los principios del eclecticismo historicista al servicio de las más variadas tipologías. Recurre con frecuencia a prototipos históricos subrayando los contenidos sentimentales. Sus esculturas poseen una grandiosa solemnidad de aire antiguo, aunque no ajena a preocupaciones realistas. Parte de su producción tiene mayor movimiento que la de su hermano, pero su escultura es más interesante cuando muestra mayor serenidad. 

Son propiedad del Museo del Prado, además de un yeso de mediano tamaño que representa a San Juan en el desierto, dos de sus obras más significativas, el ya citado retrato de Isabel II y el príncipe de Asturias y un Cristo yacente. La escultura de la reina fue encargada por la propia Isabel II y es una obra realista y vivaz probablemente basada en un boceto de Venancio. Cristo yacente de 1872 -quizá su obra más lograda-, inspirado en modelos de Gregorio Fernández, es su escultura más famosa y ha sido muy alabada por su insuperable virtuosismo. En ella se unen el cuidado de la talla, la perfección de la anatomía, la serena belleza y la expresión de una delicada y profunda emotividad. Se presenta en la Exposición Universal de Viena de 1873. 

Su obra más lograda es un Cristo yacente, de 1872, conservado en el Museo Nacional del Prado de Madrid, más o menos inspirado en los de Gregorio Fernández según los distintos historiadores del arte, y 

Otra obra relevante, conocida como El Sepulcro, está inspirada en su Cristo yacente, le fue encargada en 1885 y costó 9.000 reales de la época recaudados en suscripción popular. Por su calidad artística El Sepulcro, es el mejor de los pasos de la Hermandad de la Pasión de Pamplona. 

Agapito también fue conocido por su trabajo del género animalístico, habiendo ejecutado gran cantidad de grupos de fieras. Entre 1884 y 1908 obtuvo varias medallas de Tercera y Segunda Clase en distintas ediciones de la Exposición Nacional de Bellas Artes. 


Obras destacadas
1860 Isabel II presentando al príncipe Alfonso XII. Museo del Prado. Madrid
1867 Retrato de Milá y Fontanals. Real Academia de Bellas Artes de San Jorge. Barcelona
1872 Cristo yacente
1877 Purísima
1882 San Francisco de Paula
1883 San Juan de Dios. Hospital de San Juan de Dios Barcelona
1883 Panteón Obispo Fleix. Sevilla
1884 Ángel del Juicio. Museo Diocesano de Barcelona
1885 Sepulcro del Cardenal Joaquín Lluch que se encuentra en la Catedral de Sevilla.
1886 Monumento a Jaime I. Valencia
1886 Panteón Obispo Urquinaona. Barcelona
1887 Cristo y doce apóstoles en la portada nueva de la Catedral de Barcelona.
1891 Vizcondesa de Corbalán. Valencia
1898 La Flagelación. Segundo Misterio de Dolor del Rosario Monumental de Montserrat.
1898 Inmaculada. Museo Diocesano de Barcelona
1913 Monumento a Bernardo Ferrándiz en el Parque de Málaga.
Ángel de entrada en el cementerio de la Recoleta de Buenos Aires.

 

AUTOR

Agapito Valmitjana


AÑO

1885


MEDIDASporta sepul
Alto: 2,70 m.

Ancho: 2,15 m.

Largo: 3,35 m.


PESO

765 kg.


PRECIO

9.000 reales


PORTADORES

20 a hombros