La última Cena y la Oración del Huerto fueron realizados gracias al resultado, de una suscripción popular 19.000 pesetas, abierta por la Hermandad de la Pasión en 1918. En el concurso de proyectos fueron elegidos los presentados bajo los lemas "Boanerges" y "En verdad os digo" que resultaron ser, ambos, de José Ríus, de Barcelona. Costaron 15.000 y 7.000 pesetas, respectivamente. El paso de la Ultima Cena fue recibido en enero de 1919 y su peso era tan grande que hubo que trasladarlo sobre un "camión" (plataforma de madera plana, sin bordes, sobre dos ejes de ruedas).
Sus medidas son:
Altura, 3,60 m.
Anchura, 2,30 m.
Largura, 4,10 m.
Es llevado por 10 portadores, con ruedas.
En cada uno de los cuatro lados de la mesa aparecen dos figuras agrupadas, unos sentados y otros de pie. En tres de las esquinas de la mesa se encuentran tres apóstoles, dos de ellos levantados, y el último, Judas, sentado.
Apuntes del libro: PEQUEÑA HISTORIA DE NUESTROS PASOS DE SEMANA SANTA Juan José Martinena Ruiz (autor) |
LA ULTIMA CENA
En 1918, la Junta de gobierno de la Hermandad de la Pasión abrió una suscripción popular para costear con el producto un nuevo paso. Hechas las cuentas, se vio que se habían obtenido nada menos que 19.000 pesetas, cantidad muy considerable para aquella época, en vista del éxito, se convocó el correspondiente concurso, para la ejecución de dos pasos, que fueron La Cena y La Oración del Huerto.
De entre los proyectos y bocetos que se presentaron resultó elegido el remitido bajo el lema «Boanerges», cuyo autor se comprometía a ejecutarlo en la cantidad de 15.000 pesetas. El artista que se ocultaba tras el lema mencionado era don José Ríus, de Barcelona.
El grupo se recibió en enero de 1919, su peso era muy grande, como era de esperar dado el número de figuras que lo integraban, por lo que, como cuenta García Merino, hubo que instalarlo sobre un camión. Estos «camiones» no eran lo que hoy entendemos bajo esa denominación, se trataba simplemente de carruajes de madera, consistentes en una plataforma plana, sin bordes, montada sobre dos ejes de ruedas, las traseras casi siempre de radio mayor, que naturalmente facilitaban bastante la labor de los portadores, por entonces se pusieron de moda, y se pensó adquirir algunos más, en 1919-1920, con ayuda de un préstamo hecho sin interés por el Obispo, se compraron tres, podía decirse, con razón, de nuestra procesión que iba sobre ruedas.
El simulacro -como también suele llamarse a los pasos- gustó mucho en Pamplona, y enseguida se pensó en encargarle La Cruz a Cuestas, como se hizo poco después. De éstos, como de El Prendimiento, obra también de Ríus, decía Manuel Iribarren que no pasan de discretos, «sin más pretensiones que un buen parecer -escribe este autor-, dijéranse arrancados de cualquier devocionario al uso».
Iribarren es también quien cuenta, a título de anécdota, que en su día «alguien sugirió la peregrina idea de resolverlo con personas vivas, con hombres de carne y hueso. Asusta y mueve a risa pensar que los que personificaran a Jesús y a Ios Apóstoles tenían que mantenerse en la misma postura durante más de tres horas de traqueteo. Ello habría dado origen a anécdotas e incidentes en detrimento del fervor y la seriedad».
En detrimento del fervor y la seriedad corrieron, sin embargo, llegando a tener cierta popularidad, aquellos versillos que, describiendo la procesión pamplonesa con multitud de alusiones a tipos y personajes entonces muy conocidos, decían a propósito de este paso: ... y el hijo de Moreno, al ver la Cena pasar dijo: ¡Quién fuera Apóstol, para poder cenar!
Por lo visto, en aquella Iruña de primeros de siglo, el cenar no era cosa de todas !as noches.