Usted está aquí: Los Pasos La flagelación

En 1945, a causa de la buena situación económica de la Hermandad y de que la procesión no había salido debido a la lluvia, se encargaron dos nuevos pasos. No se hizo concurso público, sino que se encargó directamente a los artistas: La Flagelación a Jacinto Higueras y el Ecce-Homo a Mariano Benlliure. Jacinto Higueras, escultor nacido en la provincia de Jaén en 1877 y muerto en Madrid en 1954, fue discípulo de Agustín Querol y Mariano Benlliure, sucesivamente.

Es considerado por Gaya Nuño como un "escultor estimable, no de grandes vuelos, muy dentro del estilo más tradicional y normal en los años veinte". Entre su imaginería sacra destaca un San Juan de Dios, arrodillado, de 1920. La composición del paso es equilibrada. Cristo en el centro y, detrás de él y a ambos lados, dos sayones en posiciones contrapuestas. Mientras uno se acerca a Cristo, el otro se aleja. Sin embargo, las cabezas son demasiado pequeñas y el cuerpo de Cristo está poco moldeado. El autor modificó algunos detalles del paso después de oír la opinión desfavorable del público en la exposición, pero el conjunto no mejoró mucho, según opiniones de la época. El paso está firmado y rubricado en la base de la columna a la que está atado Cristo. Costó 25.000 pesetas.

Detalle de la firma del autor en la base de la columna.
(Fotografia derecha)


Sus medidas son:
Altura, 3,55 m.
Anchura, 2, 70 m.
Largura, 3,25 m.

Es llevado por 24 portadores, a hombros

Apuntes del libro:
PEQUEÑA HISTORIA DE NUESTROS PASOS DE SEMANA SANTA

Juan José Martinena Ruiz (autor)  


LA FLAGELACIÓN

A causa de la lluvia, como en tantas otras ocasiones, hubo de suspenderse la procesión del año 1945. Según inveterada costumbre, ello suponía que la cantidad ahorrada por la Hermandad con este motivo debería invertirse en la construcción de un nuevo paso, en esta ocasión, la creencia popular no se vería defraudada: aparte de que el estado de los fondos era próspero y el número de hermanos iba en aumento, se contaba con el legado dejado por un hermano, consistente en 9.000 pesetas, generosamente aportadas con esa finalidad.

La Junta optó en esta ocasión por tratar directamente con los artistas.

Para La Flagelación -ya que también se acordó encargar El «Ecce Homo»-, don Jacinto Higueras presentó un proyecto, que es el que se realizó, comprometiéndose a efectuarlo por 25.000 pesetas, el boceto agradó y se aceptaron las condiciones económicas.

Ultimado el contrato, se recibieron numerosos donativos, entre los que destaca el ofrecimiento que hizo un industrial navarro para transportar el paso desde Madrid a Pamplona, que en aquellos tiempos de pocos y malos camiones, carreteras primitivas y gasolina racionada fue merecedor de la sincera gratitud de la Hermandad.

Este simulacro ha sufrido -con razón, a mi modo de ver- las críticas desfavorables de escritores y periodistas, en su momento y posteriormente. En efecto, puede que sea el paso más flojo de nuestra procesión.

Cuenta García Merino que el grupo se expuso junto con El «Ecce Homo» de Benlliure, realizado simultáneamente, si bien las críticas fueron muy distintas para uno y para otro. Lo curioso del caso es que el autor, mezclado entre el público, tuvo la paciencia y presencia de ánimo de escuchar en silencio las censuras y comentarios desfavorables. Don Jacinto, hombre de modestia suficiente para reconocer sus propios defectos, estoicamente -deportivamente que diríamos ahora- y sin llevarlo a mal, solicitó de la Junta que le permitiesen llevarse al taller la figura de Cristo, «a fin de reformar su estructura y hacer que cambie la impresión, un tanto desfavorable, que ha recogido personalmente, entendiendo que no ha satisfecho a la opinión general».

Hay que decir que la opinión general tampoco quedó conforme después de esta reforma del autor. Ángel Mª. Pascual, escritor de fina sensibilidad y enamorado de Pamplona, escribió en sus Glosas a la Ciudad el día 27 de marzo de 1947: «Yo temo que el paso de Los Azotes siga pareciendo, a pesar de las andas nuevas, la obra de un aprendiz inexperto, por muchas fórmulas de arte con que procuremos cubrir sus morcillerías. ¡Y seguiremos recordando el antiguo paso, de menos pretensiones, raquítico por las ropillas de sus esbirros, humilde con sus bolas de vidrio blanco en los ángulos, pero mucho más expresivo y devoto!».

El viejo grupo, convencional y arcaico, pertenecía a los fabricados en serie. Manuel Iribarren nos dejó una descripción literaria del mismo: «Atado a una columna de jade, Jesús doliente ofrecía sus amoratadas espaldas al furor de dos soldados romanos con cascos de latón. Sorprendía la cara barbilampiña del más joven. El paso conducíase a hombros, imprimiendo a las figuras un movimiento rítmico muy efectista».

En 1888 se colocaron en el paso antiguo, como novedad, «los dos verdugos o sayones en actitud de azotar al Señor atado a la columna».

En la procesión de 1553 figuraba ya un paso de «El Santo Cristo de la Columna», antecedente de nuestro grupo de La Flagelación. En 1700 se sacaban dos pasos de este motivo de la Pasión, entonces llamados de «La Columna», uno de ellos pertenecía a la antigua Cofradía de la Vera-Cruz y se guardaba en el desaparecido convento de San Francisco, salía en la procesión de Jueves Santo, suprimida en 1775, el otro simulacro, perteneciente a la Cofradía de La Soledad, era sacado en la de Viernes Santo, saliendo del convento de la Merced.

Entre los efectos inventariados en la iglesia de San Agustín -antiguamente del convento de Agustinos- cuando fue cerrada al culto por los franceses, en 1809, se anotó «Otro Santísimo Christo de la Coluna, con cortinas entre blancas y encarnadas de tafetán». No sé si esta efigie saldría en la procesión o si únicamente se exponía a la devoción dentro de la iglesia.

En 1834 rescató la antigua Hermandad de La Oración del Huerto -refundida más tarde en la de La Pasión- el antiguo paso del Cristo atado a la Columna, que hacía años no se sacaba, y de cuya hermandad era don Juan Vidaurre el único superviviente. Era prior de La Oración del Huerto aquel año don Antonio Iráizoz.

Iribarren comenta desfavorablemente el paso actual que sustituyó el antiguo en 1945: «Consta de tres tallas un tanto microcéfalas, de formas redondas y piernas y brazos tubulares. La cabeza de Jesús, pequeña y chata, sugiere la duda de si al imaginero no le habría faltado madera. Se ha querido elogiar la serenidad divina del flagelado, pero más que serena, su actitud resulta indiferente a los dolores físicos de la flagelación, como si Jesús se hubiese desprendido de su naturaleza humana, lo que implica herejía».

Así pues, ya puede quedarse satisfecho Higueras de que nos conformemos con juzgar negativamente su obra, sí llega a haber Inquisición todavía, a lo mejor se hubiese visto encerrado en un calabozo secreto, o, lo que es peor, en la hoguera.

Ángel Mª. Pascual, menos fulminante, se limita a decir que «aquea imagen tan hermosa y dolorida de Cristo atado en la columna, con las espaldas en carne viva, es insustituible en la Procesión del Santo Entierro». En su opinión, habría bastado con sustituir las figuras de los sayones por otras de buena mano, para haber hecho del viejo paso -hoy en la parroquia de Mélida- un grupo escultórico que no desmereciera de los demás.


La Flagelación
Miradas 125 Aniversario

Carlos Ayerra Sola, Capellán

Queridos Hermanos y Hermanas:

Pilato, queriendo dar satisfacción a la gente, les soltó a Barrabás y a Jesús lo entregó para que lo azotaran y lo crucificaran (Mc 15,15).

Pilato (hombre insolente, rapaz, altanero con sus súbditos y cruel, según Filón), a pesar de confesar abiertamente tres veces que Jesús es inocente, lo somete al terrible castigo de la flagelación y después de la crucifixión.

1. La flagelación era una de las crueldades que la mente humana concibió para dañar a sus semejantes. Los romanos la perfeccionaron para hacerla lo más dolorosa y sangrienta posible. La utilizaban como medio de castigo para con los esclavos, criminales y traidores, ya independientemente, ya previa a la crucifixión. Se procuró limitar o evitar su empleo con las mujeres. Debido a lo brutal de la tortura se prohibió aplicar a los ciudadanos romanos.

2. Para San Lucas, fue realizada previamente a la sentencia de la cruz: Le daré un escarmiento y le soltaré (Lc 23,16). San Juan no dice explícitamente que Jesús fue flagelado. San Mateo (27,26) y San Marcos (15,15) la sitúan dentro de la sentencia de la cruz: Y a Jesús, después de mandarlo a azotar, lo entregó para que lo crucificaran.

Jesús fue llevado, sin resistencia alguna de su parte, al patio abierto para ser sometido al triple castigo de la flagelación: 1) El dolor físico extremo, 2) La vergüenza de la desnudez pública, y 3) La ignominia de ser degradado a la condición de esclavo o criminal.
Se decía que el hombre entregado para castigarlo era un rey al que debían flagelar hasta dejarlo en condiciones tan lamentables, que el sólo verlo, inspirase lástima. ¡Cuánto miedo sintió Jesús en este momento! Estoy echado entre leones que devoran hombres; sus dientes son lanzas y flechas; su lengua es puñal afilado (Sal 57,5). El dolor es insoportable, los latigazos abren surcos sobre su cuerpo que es desgarrado en pedazos: En mis espaldas metieron el arado y alargaron los surcos (Sal 129,3). Tus flechas se me han clavado, tu mano pesa sobre mí; no hay parte ilesa en mi carne, a causa de tu furor mis llagas están podridas y supuran (Sal 38,3). Voy encorvado y encogido, todo el día camino sombrío, tengo las espaldas ardiendo, no hay parte ilesa en mi carne (Salmo 38,7).

Hermano: Es conveniente detenerse y meditar en la extrema crueldad de la carnicería que era la flagelación. Se habla poco de ella. Se pasa este episodio como un evento más:Y fue flagelado…Por eso, acércate ahora a Jesús reducido a tan lastimoso estado, y pregúntate a ti mismo:
a) ¿Quién es el que así padece? ¿Un hombre cualquiera? Aun cuando fuera un malhechor, deberíamos tener piedad. Pero no; es el Verbo Eterno, la sabiduría del Padre, el Creador, el Dios hecho hombre para ser Salvador del hombre; tu bienhechor, y amigo. Jesús ¿eres Tú el que yo veo ahora desecho por los azotes?...
b) ¿Y qué es lo que padece? Hecha una mirada, y ve si puede haber dolores más atroces. Jesús, pureza y santidad por esencia, sometido a la vergonzosa pena de verse despojado de sus vestidos delante de aquella plebe soez. Su cuerpo inmaculado: magullado, desgarrado, desollado, desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. No tiene figura de hombre, es una sola llaga. Jesús ¿cómo podré creer que eres Tú el más hermoso entre los hijos de los hombres? Y ¿quién podrá decir cuánto más sufrirá en el corazón y en el espíritu entre los oprobios de tan despiadados tormentos?
c) ¿Por quién padece? No padece por sí, ni por interés propio, ni por las culpas que no ha cometido ni puede cometer, sino por las culpas de la humanidad entera, por las de cada uno en particular. El Justo padece por el pecador, el Inocente por el reo.
d) ¿Cómo padece? Con una mansedumbre y paciencia que no conoce límites. Fácilmente podría vengarse, y no se venga. Al contrario, sufre y calla, sin dar la más mínima señal de impaciencia y de resentimiento; dejando adivinar la acerbidad de sus dolores por la sangre y por las llagas de qué está cubierto su cuerpo, y por las lágrimas que corren de sus ojos… Pero, sobre todo, sufre con infinita caridad.
El amor que nos profesa le tiene atado a la columna y le hace soportar tan crueles tormentos. Mira cómo sufre. Reflexiona, Hermano, examina tu conducta. Jesús es el modelo divino a quien debemos imitar. ¡Qué diferentes somos a Él!...